Ficción tipológica: narrar desde lo heredado
En la arquitectura contemporánea, la oposición entre tipología y ficción
puede resultar demasiado rígida. Cada vez es más claro que incluso la tradición
más asentada puede convertirse en un territorio de invención, y que la ruptura
más radical se ancla, aunque sea en negativo, en algún precedente. La tipología
no es una jaula, sino un lenguaje común desde donde se puede proponer una
narrativa personal. Y la ficción, lejos de flotar en el vacío, se nutre del eco
de lo conocido para que lo extraño tenga sentido. En este cruce aparece una
tercera posibilidad: la ficción tipológica, donde lo heredado y lo imaginado se
entrelazan en una arquitectura que cuenta una historia sin dejar de dialogar
con la memoria.
Trabajar con tipos no significa reproducir fórmulas, sino jugar con reglas
que pueden alterarse, deformarse o intensificarse. Como un escritor que retoma
un mito clásico para contar algo nuevo, el arquitecto que proyecta desde lo
tipológico puede incorporar giros inesperados, vacíos simbólicos o cambios de
escala que transforman la percepción del tipo. Esta narrativa se apoya en el
reconocimiento cultural del modelo, pero lo redirige. Así, un patio puede
volverse laberinto, una galería puede cerrarse en lugar de conectar, una
fachada puede negar su propia función. La ficción emerge no en el rechazo del
tipo, sino en su manipulación crítica.
Por otro lado, la arquitectura puramente especulativa, como la de Eisenman,
también necesita de algún anclaje para operar como discurso. Incluso cuando
House VI fragmenta la casa hasta volverla irreconocible, lo que está en juego
es justamente la tensión con ese tipo perdido. Es esa pérdida lo que produce
sentido. El proyecto no niega la idea de vivienda: la problematiza, la
descompone, la deja al borde de serlo. Esa ficción arquitectónica no puede
existir sin una sombra de lo tipológico sobre la que proyectarse. Por eso, lo
que parece invención pura sigue siendo, en cierto modo, una conversación con lo
que fue.
Al final, todo proyecto arquitectónico construye una narrativa, sea desde
la repetición modulada o desde la ruptura simbólica. Más que elegir entre ser
un lector de tipos o un autor de mundos, el arquitecto puede entenderse como un
narrador de formas, que toma prestadas palabras antiguas para contar historias
nuevas. En esa combinación de memoria e invención, de huella y desvío, se juega
la riqueza del lenguaje arquitectónico. Porque incluso lo más radical necesita
de un contexto para ser leído. Y ahí, entre lo tipológico y lo ficcional, la
arquitectura escribe su discurso.

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