Paisajismo con memoria: cuando el jardín se convierte en historia
En el contexto del Palacio de Santa Catalina, el jardín se revela como algo
más que un espacio decorativo: es un tejido de memorias, símbolos y tensiones
colectivas. Durante la conferencia ofrecida por Teresita del Valle y Félix
Ramos López, quedó claro que intervenir un paisaje histórico es también
intervenir en la sensibilidad de quienes lo habitan, lo recorren o lo
recuerdan. La vegetación, los senderos y las esculturas no son solo elementos
compositivos, sino portadores de significado. En este caso, el jardín no solo
enmarca un edificio: narra fragmentos de historia política, social y emocional
de Puerto Rico. El diseño paisajista, por tanto, actúa como un medio de
traducción entre pasado y presente.
Transformar espacios públicos cargados de memoria no es una tarea simple ni
neutra. Requiere mucho más que talento estético; demanda una planificación
cuidadosa, sensibilidad social y, sobre todo, una escucha activa. La charla
mostró cómo un gesto bien intencionado, como embellecer un jardín, puede
generar controversia si se siente impuesto o desvinculado de quienes utilizan
ese lugar cotidianamente. En este tipo de proyectos, el diálogo con la
comunidad es tan esencial como el trazo técnico. El jardín, entonces, no se
construye solo con plantas, sino con afectos y acuerdos.
Uno de los puntos más valiosos discutidos fue la necesidad de incluir a la
gente que vive, trabaja o transita por estos espacios. Para algunos, ese jardín
puede parecer un área ornamental; para otros, representa un espacio de duelo,
de encuentro, de protesta o de contemplación. El diseño paisajista debe
reconocer esa multiplicidad de significados y trabajar con ella, no a pesar de
ella. Así, el jardín deja de ser fondo y se convierte en protagonista, en una
narrativa construida con especies, sombras y recorridos. En ese sentido, el
paisajismo es una forma de hacer arquitectura con la memoria.
La conferencia fue un recordatorio de que diseñar no es solo proponer, sino
también interpretar, conectar y reparar. Cuando se trabaja en espacios
históricos, se intervienen también los silencios, las heridas y los relatos no
contados. El verdadero valor del paisajismo está en su capacidad de tejer lo
visible con lo invisible, lo estético con lo afectivo. En manos sensibles, un
jardín puede convertirse en un puente entre lo que fue y lo que podría ser. Y
en ese cruce de tiempo, memoria y forma, florece un diseño verdaderamente
significativo.

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